Saturday, January 12, 2008

Es la vida que me alcanza

Suerte que la vida es como es. No hay forma de vivir el pasado de otra forma como ya lo vivimos ni un futuro que no ha llegado. Si bien es cierto que el futuro puede cambiarle a uno el ritmo de la caminada, o ayuda a fijar la vista, también es algo etéreo, abstracto, una visión que no existe y no sabemos si se acercará a lo que imaginamos. Siempre es una aproximación, más o menos distante, según nos entrena la vida para acertar.

Suerte que las palabras que se lleva el viento vuelven a nuestro espíritu en el momento menos esperado, siendo mucho mejores de lo que eran cuando las dejamos ir. Mucho menos cuando nuestro espíritu reposa lejano esperando que lo recojan.

Suerte que tengo de vivir como he vivido. Hoy que soy más rico que nunca y que mis bolsillos se aprestan para vaciarse una vez más, me siento maravillado de los labios que me rozaron esa noche en el balcón, de ese cuerpo que se resbalaba en mis manos sobre el colchón que reposa en el piso, de los ojos brillosos que esperan en la distancia de la ciudad que albergó mis sueños y que ayudó a consolidar mi espíritu.

Hoy, cuando mis planes se acercan, cuando no los he aprendido a planificar minuciosamente, tengo esa sensación extraña que se parece al llanto antes de convertirse en lágrima. He tenido todo el día tus labios en los míos, tu cuerpo en mis ansias y mi alma reclamando encontrarse allá lejos con mi historia, mi alma y mis convicciones.

Mi camino se abre una vez más. Mis piernas cansadas, desentrenadas de andar, temen un poco si serán capaces de volver a llegar. Mi corazón se aprieta con una mezcla conocida de ansias y dudas. Esa duda que busco, que me mueva, que me cuestione al punto de no dormir sin un pasito más hacia la respuesta.

Allá lejos, cuando las noches se hacían cortas de andarlas, donde era uno de los dueños de las calles, donde nada ni nadie nos quebraba el convencimiento, el destino está quieto, estático… esperando… con la tranquilidad de lo que siempre supo. Y yo, resignado, solo pienso en que debo prepararme para nuestro encuentro.

Saturday, January 05, 2008

Otra noticia de esas

Volví a recibir una noticia de esas. Uno de mi generación, de la misma que se jugó las pelotas, los ovarios y la vida misma por un sueño, dejó este mundo para irse a quién sabe dónde. Allá donde un futuro posible le abra las puertas de la esperanza una vez más. Una de esas personas inspiradoras se fue por mano propia, a manera de dulce eutanasia, decidió parar con la angustia de una vida densa en este mundo inmundo.

El Billy le llamaban y se hacía llamar, fue uno de tantos, pero grande como pocos. Fue un historiador de esos convencidos de que la educación es un primer paso para la libertad. Esa libertad restringida por las desigualdades que supo combatir con elocuencia y convicción; con rebeldía y coherencia, transportando su sueño a los corazones de sus estudiantes y compañeros(as).

El Billy, Guillermo Billeke Calderón, decidió terminar con su vida en esta tierra tras luchar mucho, pero tanto va el cántaro al agua que al final, de alguna forma, por alguna parte se resquebraja, se quiebra y se rompe.

¡La vida tiene que vencer, hermano, como la utopía debe imponerse ante el curso de la historia!, le dije a un hermano de la vida hace unos minutos. “Que la vida se abra paso, eso es lo importante, cada año es para hacer algo, si no lo hemos hecho, es de flojos”, me contestó. Como el Billy que cada año hizo algo, cada mes, cada semana y cada día. Y el curso de esta historia reciente, de temores vívidos y somnolencia permisiva de un Chile boyante y desproporcionado, seguía –sigue- imponiéndose vergonzosamente ante los ojos cómplices de los brazos que se cruzan y las mentes que se aturden.

Mi dolor ha sido raro, no como otras veces, mi dolor por la pérdida de chilenos y chilenas de un valor indeterminado, de ese valor que no cuantifica el Producto Interno BRUTO, me ha tenido en mi casa tomando “caldo de cabeza”. Me tiene triste esto del Billy, y sobre todo esto de la vida que se escurre entre los pliegues de la vergüenza. La de un país que mientras más rico más pobre en conciencia.

Lo que deja el Billy, además de su descendencia, es la certeza de que en Chile poco importan los sueños. Que en Chile la democracia es sierva de unos pocos que siguen siendo los mismos, o incluso menos que antes.

El Billy se ha ido y no volverá. Queda su recuerdo, su impronta y su convicción de antes. La que nos pone a pensar, a doler y a revolcar.

Buen viaje, hermano. Otros vientos tendrán que soplar.